2 de septiembre de 2009

Un nuevo trozo de la historia

El tiempo que tardó en bajar por la calle derruida y humeante se hizo eterno, el calor de las brasas acentuaba los distantes chillidos de agonía de ciudadanos heridos, quemados o violados; aunque nada pudo compararse a lo que escucho momentos después, un escalofrío recorrió su espalda, de ninguna manera podía ignorar lo que acababa de oír. Se detuvo en aquel callejón, en mitad de la cuesta y cerró los ojos para volver a sentir aquel débil sollozo. Allí estaba de nuevo, un niño estaba llorando dentro de una de aquellas casas, el llanto era débil y entrecortado, como si ya no le quedasen casi fuerzas. Entró en la casa, la puerta estaba destrozada y un cuerpo asomaba inerte en medio de la sala; tenía un profundo corte en el pecho que ya había dejado de sangrar. Volvieron las arcadas, pero ya no le quedaba nada en el estomago que expulsar. Sorteó al hombre y continuó hacia el fondo de la estancia de donde provenía el lamento. Detrás de la mesa se encontraba el lecho de paja donde había otro cuerpo; era el de una mujer, seguramente la madre de aquella criatura; con un poco de dificultad la hizo rodar hasta descubrir un pequeño recién nacido que apenas se movía. El bebe estaba temblando y casi no respiraba. Abrió los ojos un momento antes de volver a cerrarlos una última vez; el llanto se convirtió en sollozo, el sollozo en susurro hasta que ya no se escuchó nada. Una nueva vida fue sesgada en aquella mañana. Salió de la casa y continuó su camino, las lagrimas se deslizaban por ambas mejillas pero Bera no tenía animo ni tan siquiera para limpiarlas. Al llegar al final del callejón llegó a la calle de los artesanos, con una precaución de sobra justificada se asomó tras un carro volcado, ya no había soldados, unos pocos ciudadanos se encontraban en la calle, llorando ante cuerpos mutilados y desangrados, lamentándose por las cuantiosas perdidas y los hombres que aun estaban psicológicamente enteros empezaban a apilar cadáveres y a organizar a la gente. Entre ellos estaba Menecio, el maestro constructor, un hombre bastante robusto y entrado en carnes, como único maestro de la ciudad era un hombre influyente. Bera lo conocía bien puesto que su padre, al tener un taller de carpintería trabajaba en numerosas ocasiones con él. La chica se mostró al fin y comenzó a aproximarse a la única persona conocida que encontró con vida, estando ya la mitad de la distancia que los separaba recorrida, Menecio; que estaba dando ordenes a unos campesinos que aun estaban demasiado atemorizados como para pensar por si mismos; giro la cabeza y por primera vez su mirada se cruzo con la de ella y los ojos se le iluminaron. Olvidándose completamente de aquellos hombres se acercó a Bera, había algo que no era normal, se aproximo con dificultad cojeando de forma exagerada de una pierna, antes de que ambos se encontraran ella alcanzó a ver un corte en su pantalón y un enorme manchón de sangre. El viejo maestro constructor levanto a Bera y con sus grandes brazos la abrazó, por primera vez en mucho tiempo se sintió protegida y por fin pudo dar rienda suelta a su dolor. -Lo has hecho increíblemente bien, como siempre –La animó él -ya pasó todo, puedes estar tranquila- No fueron las palabras sino aquella voz tan familiar lo que alivió en gran medida la angustia que tenía acumulada. Menecio volvió a dejar a la joven en el suelo y la animó a sentarse. Durante un rato quedó callada observando el devenir de la gente. Unos monjes acababan de llegar y estaban bendiciendo los cadáveres que habían sido cubiertos con telas y alineados a un lado de la calle, había ciudadanos buscando desesperados a sus familiares entre los cuerpos, otros destrozados al ver alguna cara conocida entre ellos. Había muchos niños entre los muertos, en la calle Bera solo logró ver al hijo del molinero, era pequeño y escuálido, le recordaba bastante a Joan. Se había olvidado completamente de su familia, se levanto de un salto y salió corriendo en dirección a donde se encontraba su casa, el maestro constructor la observo sin poder hacer nada para detenerla, estaba demasiado ocupado dando ordenes a diestro y siniestro. No tardo mucho en plantarse delante del taller, estaba unas calles más debajo de donde se encontraba hace un instante, en todo el trayecto la escena era semejante, casas quemadas, otras derruidas, las ultimas llamas se ahogaban en una montaña de humo y había cuerpos en todas las esquinas. La casa de Bera estaba bastante deteriorada, el piso superior se había derruido y se amontonaba sobre el taller que no mostraba signos del fuego, sin embargo no se podía decir lo mismo de la vivienda.

30 de septiembre de 2008

Entró con decisión en la habitación, el calor era extraordinario, el techo de madera estaba en llamas pero todavía no había alcanzado los muebles, el fuego se propagó por el tejado de la casa contigua y amenazaba con derribar el edificio. Casi no podía ver por el humo, tosía y se estaba ahogando. Avanzo a tientas intentando evitar las mesas que estaban demasiado calientes y muy despacio consiguió llegar al otro extremo. No podía perder tiempo, oía al hombre en la puerta quejándose pero decidido a entrar en la taberna en llamas. Empujo la puerta con fuerza pero no se abrió, estaba cerrada; agarro el cerrojo y no pudo evitar proferir un aullido de dolor, era de hierro y con el calor estaba hirviendo, no podía salir por allí, estaba atrapada. El humo era muy intenso, volvió a toser y a duras penas consiguió darse la vuelta, diviso la difuminada figura de su opresor, estaba en mitad de la sala. En ese momento parte del techo cedió a las llamas y se derrumbo entre los dos. Un montón de astillas volaron al derribar una de las mesas y Bera se llevo el brazo a la cara a la vez que se giraba para intentar evitarlas. Fue entonces cuando la vio, la puerta que llevaba a la cocina, no había puerta al patio pero si una pequeña ventana por la que salía el humo de la cocina; que irónico, ahora todo el edificio estaba en llamas. Con un último esfuerzo se deslizo al interior de la cocina, no había fuego allí pero el calor y el humo era tan intenso como en el salón. Avanzo hasta la ventana pero justo antes de llegar tropezó con un gran bulto que había en el suelo. Un escalofrío recorrió toda la espalda de la joven y una horrible sensación se unió a las nauseas que le producía el humo, era la dueña de la taberna, estaba muerta, no había conseguido huir. No podía ayudarla, la evitó y se encaramó a la ventana, ya casi sin fuerzas se arrojo al exterior. Arrodillada en el patio de la taberna no pudo evitar las crecientes arcadas y devolvió en el suelo. El estomago le ardía y le dolía el pecho. Estaba demasiado cansada para seguir, pero no podía rendirse, podía ver la abertura en el muro; se levanto con mucho esfuerzo y se acercó. Estaba solo a un metro cuando la puerta de la taberna se abrió de un portazo y por ella apareció el hombre, tenía una gran quemadura en el brazo, pero no parecía molestarle, no iba a rendirse. Miro a la joven con los ojos inyectados en sangre de la rabia y esta le dedico una maliciosa sonrisa un segundo antes de meterse en el hueco. Lo había conseguido, el hombre no paraba de proferir insultos pero ella estaba a salvo, ya no podía alcanzarla. Estaba segura en aquel rincón, no se atrevía a salir, temerosa de que otro soldado la estuviera esperando al otro lado, casi no había espacio pero cualquier cosa era mejor que quedarse al alcance de aquellos guerreros sin escrúpulos que en una mañana habían destruido miles de familias, quemado sus hogares, saqueado sus pertenencias y abusado de mujeres y niñas indefensas, no había honor en aquellos actos, solo sed de sangre. Una vez hubo recuperado la calma volvió a sentir el brazo dolorido, la molestia no había cesado solo que no le había prestado atención. Era increíble todo lo que acababa de suceder, había escapado de un hombre y atravesado una casa en llamas, iba a ser la envidia de sus amigos; entonces la visión de la dueña de la taberna asfixiada en el suelo le volvió a la mente como un mal sueño y no pudo reprimir un sollozo, ¿correrían sus amigos la misma suerte? Podían haber muerto por el fuego o por el acero de las armas… ¿volvería a verlos? Y pensar que lo último que había hecho aquella mujer fue salvarle la vida, aunque ella no lo supiese. Hasta este momento Bera no se había percatado pero la ventana de la cocina solo se habría cuando estaban cocinando, aquella mujer la había roto intentando salvarse y eso la había salvado a ella. Bera oyó otro fuerte estruendo a sus espaldas, solo podía significar una cosa, la taberna finalmente había cedido. Todo el suelo tembló debido a la fuerza del derrumbamiento y noto como algunas piedras se desprendían del muro a sus pies. No podía quedarse allí más tiempo, el muro era viejo y podía venirse abajo. Tenía que pensar un plan, no podía volver a dejarse coger, su casa se encontraba al norte, sus padres puede que aun estuvieran allí; sino intentaría huir al bosque por el puente norte, no podría ir por la vía principal que daba directamente a este ya que sería la más vigilada, solo podría seguir por los rebuscados callejones que tan bien conocía. Se arrastró unos metros más hasta ver la abertura en el muro, había mucha luz en el exterior, volvió a oír escombros del muro caerse detrás de ella así que apuro hasta el extremo del túnel. Lo que vio no era ni mucho menos lo que esperaba, la excesiva luz provenía del gran incendio que había delante de sus ojos, la ciudad entera estaba en llamas, miles de hileras de humo se elevaban hacia un cielo negro, no había visión más parecida al infierno, o al menos, a como se imaginaba ella el infierno. Ya casi no se oían gritos, solo el crepitar de la madera de las casas ardiendo. La matanza había acabado, era la calma que sigue a la tempestad, frente a sus ojos quedaban los restos del poder destructivo de la guerra.

22 de agosto de 2008

-No te preocupes bonita, no voy a hacerte daño -disfrutaba con cada palabra -solo quiero hacerte un favor.

Bera estaba desesperada, era incapaz de moverse, estaba tumbada en el barro y tenía el brazo entumecido por el golpe, el dolor era intenso, había caído con todo su peso sobre este y además se lo estaba agarrando con una fuerza excesiva con la que no podía competir.

No sabía que hacer, estaba atrapada y no la dejaría ir por mucho que le rogara, la había perseguido durante un buen rato y no parecía que fuese a renunciar a su presa. Por primera vez la chica levanto la cabeza y lo miró directamente.

Era muy desagradable, con una barba poblada pero muy irregular que no podía ocultar una fea cicatriz que cruzaba entera un lado de la cara. Ella en cambio tenía el cabello moreno y largo, bastante descuidado pero aun así muy hermoso, sus ojos eran verdes y muy vivos, aunque en aquel momento estaban húmedos por las lágrimas.

El hombre se percato que ella lo estaba mirando, pero por extraño que pareciese en sus ojos no vio miedo, un extraño brillo iluminaba aquella mirada. Era ahora o nunca, la niña se armo de valor y abrió la boca, estaba a menos de un metro de la cara de aquel hombre. Le escupió con la mayor fuerza que pudo y lo alcanzó de lleno en la cara.

Con un acto reflejo aquel hombre se llevó la mano que aun tenía libre a la cara perdiendo durante un momento el control de la situación. Bera notó como su opresor reducía la fuerza con la que le sujetaba el brazo debido a la reacción y en ese pequeño instante ella se giro mostrando su otro brazo que hasta aquel momento había estado oculto debajo de su cuerpo y con el que agarraba un pequeño puñal. Con un rápido movimiento surco el aire recorriendo la distancia que lo separaba de la mano del hombre y con una creciente energía corto a la altura de la muñeca. Había acertado con la estocada, el hombre no pudo seguir agarrando a la muchacha y la mano ensangrentada por fin se aflojo liberándola.

-¡Ah joder! ¡Qué me has hecho! –el hombre se llevó la mano a la herida y por un momento no presto atención a la muchacha.

Ya no tendría otra oportunidad, se levantó de un salto y echó a correr por aquella calle esquivando al hombre que intento agarrarla desesperadamente, pero entre el dolor que sentía en su mano y que aun estaba arrodillado donde un momento antes ella se encontraba no consiguió más que rozarle una pierna. No volvió la vista atrás y corrió hasta llegar al final de la calle, rápidamente torció a la izquierda y alzo la vista hacia donde sabía que se encontraba aquel característico edificio de dos plantas siempre lleno de gente riendo y charlando animadamente.

Lo que Bera no se esperaba era encontrarse el edificio en llamas. El fuego ya había llegado hasta allí, aunque no era de extrañar, acababa de derrumbarse una casa, a pesar que en el centro de la ciudad las casas eran de piedra su estructura seguía siendo de madera por lo que no tenían ninguna posibilidad frente a un incendio de tal calibre. La ciudad estaba perdida, nada sobreviviría a aquella destrucción.

No podía permitirse que la cogiera otra vez, ahora estaría prevenido y no tardaría en alcanzarla. No podía echarse atrás, era su única posibilidad, la puerta de la taberna estaba abierta, solo tendría que atravesarla ya que el hueco en el muro se encontraba en el patio trasero.

19 de agosto de 2008

Como veo que ha habido tanta espectación aquí os dejo el siguiente fragmento, tengo algo mas escrito pero todavía no esta revisado y así es más interesante. Además necesito tiempo para ir escribiendo y ahora llegan los examenes. Gracias por el apoyo ya que seguramente me ayude a seguir escribiendo...xD Y aquí esta otro pedazo de la historia:

* * *

Bera siguió encogida en aquel lugar, no se atrevía a moverse, oía a la gente gritar, un par de soldados pasaron de largo sin prestarle atención, demasiado excitados en la búsqueda de nuevas víctimas, los edificios crujían bajo las llamas… era demasiado horrible para asimilarlo, recordaba que cuando era una niña su padre le contaba fantásticas historias sobre épicas batallas y grandes héroes; aunque nada tenían que ver lo que se estaba produciendo en la ciudad.

Tenía que volver a buscarlos, ellos habían quedado en casa, su padre trabajando en el taller y su madre cuidando de Joan. Aunque también sabía que la habían traicionado; iba a ser entregada a un desconocido como si de mercancía se tratase, ya no sabía lo que quería, a donde ir; la idea de huir se le paso fugazmente por la cabeza pero pronto fue descartada al recordar lo mucho que quería y necesitaba a su hermano. Ya pensaría más adelante lo que hacer, ahora tenía que volver a su casa.

Se armó de valor con la idea de encontrar a sus padres que seguramente la estaban buscando y salió de su refugio. Enfiló hacia el final de aquella callejuela que tanto conocía y tomo la dirección opuesta a la plaza.

-¡Alto ahí, preciosa! -Uno de aquellos horribles hombres estaba observándola en el extremo de la calle cerca de donde hace un instante ella se encontraba. En su cara se apreciaba una sonrisa maliciosa y observaba detenidamente a la hermosa niña que a pesar de su joven edad ya se había desarrollado lo suficiente para despertar el instinto sexual de aquel individuo.

Acto seguido el hombre se dispuso a perseguir a Bera creyendo que esta no llegaría muy lejos debido a la impresión, nunca más lejos de la realidad.

La muchacha estaba congestionada, pero venció su miedo y empezó a correr por las calles de la ciudad.

Era mucho más lenta que aquel hombre, pero conocía las calles, las había recorrido miles de veces con su madre al ir al mercado o jugando con sus amigos. ¿Qué les habría sucedido? ¿Habrían conseguido huir? O estaban sufriendo el mismo destino que ella. No tenía tiempo de averiguarlo.

Doblo otra esquina y se encamino hacia el norte de la ciudad, recordaba que detrás de la taberna “El buen gusto” había un pequeño hueco en la debilitada muralla por el que muchas veces se había colado con sus amigos para robar pan y cerveza sin que los vieran, si conseguía llegar seguramente perdería a su perseguidor ya que el hueco era demasiado pequeño para que entrase un adulto.

Volvió a doblar otra esquina, esta vez Bera echó un fugaz vistazo hacia atrás lo suficiente para evitar la zarpa de aquel hombre que intentaba alcanzarla.

Ya estaba muy cerca, la taberna estaría visible al doblar un último cruce. Sin embargo, no tendría tanta suerte, justo delante de ella un edificio se derrumbó causando una avalancha de escombros y polvo junto con un impactante estruendo que sacudió la calle.

La sorpresa obligo a Bera a detenerse por un instante y para su desgracia el segundo que se detuvo sirvió para que una fuerte mano la agarrara por el hombro y la derribara contra el suelo. Se había hecho daño y no era capaz de moverse ya que el hombre la había inmovilizado.

El hombre reía a carcajadas, tenía los ojos desorbitados y le caían las babas de la emoción y del morbo de todo aquello.

18 de agosto de 2008

PRIMERA PARTE

El Principio del Fin

Como una plaga de ratas, las llamas se extendían con rapidez por aquella ciudad. Las numerosas casas que se aglutinaban sin orden en el extremo sur del rio eran pasto de las llamas.

El fuego era cada vez más intenso e incontrolable; el incendio había comenzado en el barrio más pobre donde las casas apenas eran frágiles construcciones de madera que nada podían hacer frente a lo inevitable, pero poco a poco iba engullendo todo a su paso.

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Bera caminaba nerviosa por la calle principal, tenía la mirada perdida en el infinito, todo había cambiado de la noche a la mañana. ¿Cuándo se había convertido en una mujer? Hasta aquella mañana solo pensaba en jugar con sus amigos y ayudar a su madre con las labores del hogar. Pero todo era distinto… “No podemos mantenerte” había dicho su padre, “te irá mucho mejor” dijo su madre. Solo tenía quince años y tenía que casarse con un viejo maestro curtidor de la ciudad; no lo conocía pero era el único que estaba dispuesto a pagar una pequeña dote por ella en aquellos tiempos de crisis.

En una semana se celebraría el convite y no podría impedirlo, lo que más le costaría sería alejarse de su hermano Joan, el hijo menor pero heredero del taller de su padre. María, su madre, le había explicado muchas veces las abusivas normas a las que estaban expuestas las mujeres en la sociedad, pero ella se negaba a aceptarlo. Finalmente esta verdad había vencido y solo le quedaba someterse a lo inevitable.

En estas estaba cuando la calle se abrió ante sus ojos mostrando la gran plaza del mercado que ese día estaba bastante abarrotada. Pero un extraño temor se respiraba en el ambiente, la gente se movía nerviosa de un puesto a otro, entonces fue cuando se percató de la columna de humo que ascendía por detrás de los edificios proveniente del otro extremo del río, se estaba produciendo un incendio.

Estaba muy asustada, por la calle que desembocaba en la plaza justo en frente de donde se encontraba un grupo de soldados armados acababa de hacer su entrada.

La gente entro en pánico, corrían y gritaban mientras intentaban evitar sin mucho éxito las estocadas de aquellos hombres.

Al ver el humo proveniente de la parte más alejada de la ciudad había creído que se trataba de un simple incendio, era normal que una casa de madera ardiera al menos una vez al año. Pero aquello era nuevo para ella; vivían en un lugar en el que desde hacían ya muchos años reinaba la paz. Las murallas del burgo habían perdido su utilidad, la gente utilizada sus piedras para hacer las casas y una de las torres se había desmoronado.

La gente apenas tenía armas y no había apenas seguridad ya que no era necesaria; un par de mercenarios para controlar a los pícaros y a los bandidos. La ciudad no podía defenderse de tal ataque.

Tras incendiar los barrios más pobres los atacantes habían cruzado el puente que daba acceso al centro de la urbe.

Acababan de salvarle la vida, se había quedado parada en el medio de la calle y un soldado se dirigió maza en mano hacia ella. Un hombre que a media mañana estaba exponiendo unos terneros muy frescos en su puesto ahora tenía su cuchillo clavado en el pecho de aquel agresor que un segundo antes estaba a punto golpear a la niña con la tremenda maza.

El carnicero agarro a la joven del brazo y la arrastro lejos del revuelo que se estaba formando en la plaza; retrocedió por la calle principal y cogió el primer callejón que encontró vacio.

Los ciudadanos a penas tenían un cuchillo o una guadaña con los que presentar resistencia y solo pensaban en intentar salir con vida de aquel lugar.

El hombre arrastro a la niña por el callejón y la dejo en una esquina. La chica intento darle las gracias pero a penas surgió un hilo de voz de su boca, aun estaba perdida en todo aquello.

No dijo nada, solo dio la vuelta y aferrando bien su cuchillo volvió sobre sus pasos y entro de nuevo en la plaza…Fue la última vez que volvió a verlo.